domingo, 30 de enero de 2011

Consejos de Asklepio y/o Esculapio

Hace un par de años, en un módulo de Historia de la Medicina en la Facultad, una profe memorable nos leyó estos consejos de Asclepio, Dios griego de la Medicina (Esculapio para los romanos), los textos datan de los tiempos de la antigua grecia, unos 2000 años a.C.
Todo el aula quedó en silencio, nos mantuvo absortos y pensativos durante buen tiempo... "¿Quieres ser Medico, hijo mío?", que pregunta, la trascendencia temporal (o atemporal) de los consejos que un médico griego escribiera hace milenios sigue siendo la misma, con pequeñas variaciones, que nos llama a reflexionar en la actualidad. Bien podría ser un apéndice de los test vocacionales de los aspirantes a la carrera. La medicina ha cambiado mucho, sin duda, pero la vida del médico, del hombre que hay detrás del médico, no se ha modificado demasiado en esencia. Aquí están los consejos de Asclepio (y/o Esculapio):

¿Quieres ser MEDICO, hijo mío?


Aspiración ésta de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia.

¿Deseas que los hombres te tengan por un Dios, que alivies sus males y ahuyentes de ellos el espanto?

¿Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a tu vida privada. Mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los inoportunos tu puerta quedará siempre abierta a todos, a toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; y ya no tendrás horas que dedicar a la familia, a la amistad o al estudio; ya no te pertenecerás.


Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en caso de urgencia, pero los ricos te tratarán como esclavo, encargado de remediar sus excesos, sea porque tengan una indigestión, sea porque estén acatarrados, harán que te despierten a toda prisa, tan pronto como sientan la menor inquietud, pues estiman mucho a su persona. Habrás de mostrar interés por los detalles mas vulgares de su existencia; decidir si han de comer ternera o cordero, si han de andar de tal o cual modo cuando se pasean. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni estar enfermo, tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto te llame tu amo.


Serás severo en la elección de tus amigos; buscaras la sociedad de los hombres de talento, de artistas, de almas delicadas. Sin embargo, en adelante, no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables.


El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado; prolongarás vidas nefastas y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo.


Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación: ten presente que te juzgarán no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a la charla y a los gustos de tu clientela. Los habrá que desconfiarán de ti si no gastas mucho; otros si no vienes de Asia; otros si no crees en los dioses; otros si crees en ellos.


Te gusta la sencillez, habrás de adoptar la pose de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo, no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicarte un cólico, ociosos te consultarán por el solo placer de charlar; serás el vertedero de sus disgustos, de sus nimias vanidades.


Sientes pasión por la verdad; no podrás decidirla; tendrás que ocultar a algunos la verdad de su mal, a otros su insignificancia, pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en aparecer burlado, ignorante, cómplice.


Aunque la medicina es una ciencia obscura, a quién los esfuerzos de sus fieles van enriqueciendo de siglo en siglo, no te estará permitido dudar nunca, so pena de perder todo crédito, si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo irá a los charlatanes, que venden la mentira que necesitan.


No cuentes con agradecimientos; si es que el enfermo sana, la curación es debida a su robustez; si muere, tu eres el culpable que lo ha matado. Mientrás esta en peligro te trata como a un Dios, te suplica, te promete, te colma de halagos; no bien está convalesciente, ya le estorbas y cuando se trata de pagar los cuidados que le has prodigado, se enfada y te denigra.


Cuando más egoístas son los hombres, más solicitud exigen de parte del médico.

Cuando más codiciosos son ellos, más desinteresado ha de ser él, y lo mismo que se burlan de los Dioses, le confieren el sacerdocio para interesarlo al culto de su sacra persona. La ciudad confía en el para que remedie los daños que ella causa. No cuentes con que ese oficio tan penoso te haga rico, te lo he dicho. Es un sacerdocio y no sería decente que produjera ganancias como las que tiene el aceitero, o el que vende lana a su gente.


Te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana. Todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios; respirar el olor de míseras viviendas; los perfumes harto subido de las cortesanas; palpar tumores; curar llagas verdes de pus; fijar tu mirada y tu olfato en la inmundicia; meter el dedo en muchos sitios. Cuantas veces en un día hermoso lleno de sol y perfumado, o bien al salir del teatro, de ver una pieza de Sófocles, te llamarán por un hombre que molestado por dolores de vientre, pondrá delante de tus ojos un vasín nauseabundo, diciéndote satisfecho: "gracias a que he tenido la precaución de no tirarlo". Recuerda entonces, que habrá de parecer que te interesa aquella deyección.


Hasta la belleza misma de la mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti. La verás por la mañana desgreñada, desencajada, desprovista de sus bellos colores y olvidando en los muebles parte de sus atractivos; cesarán de ser diosas para convertirse en pobres seres afligidos de miserias y sin gracia. Sentirás por ellas más compasión que deseo. Cuantas veces, te asustarás al ver un cocodrilo adormecido en el fondo de la fuente de los placeres.


Tu vida transcurrirá como a la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes; la raza humana es un Prometeo desgarrado por los buitres.


Te verás solo con tus tristezas; solo con los estudios; solo en medio del egoismo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre los Médicos, que se hacen sorda guerra por interés o por orgullo. Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas.


Piensa mientras estás a tiempo, pero, si indiferente a la fortuna, a los placeres de la juventud y si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido sin ilusiones; si te juzgas bien con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no padece o con la paz de un moribundo a quién ocultas la llegada de la muerte. Y si ansías conocer al hombre, penetrar en todo lo trágico de su destino: Hazte Médico, hijo mío!

viernes, 28 de enero de 2011

Hombre en la encrucijada

Esta primera nota, que espero sea el inicio de una serie de notas, la voy a dedicar a la imagen que encabeza el blog, que no es otra cosa que la foto de un mural de Diego Rivera: Hombre en la encrucijada. Hace un par de años, descubrí la severidad de esa frase que dice que "una imagen vale mas que mil palabras" y de la mano de Rivera comprendí el valor de la pintura como herramienta de aprendizaje, transmisora de ideas y de hechos. Rivera, mexicano que lideró el partido comunista de su país a principios de siglo XX, que alojó al mismísimo Trotsky durante su exilio en México, era un convencido de que el arte debia estar al alcance del pueblo, de las masas. Así regó de murales la ciudad de México, contando retazos de historia en las paredes de distintos edificios públicos. Conocedor de la destreza que Rivera tenía con el pincel, Rockefeller Jr lo contrató para pintar un mural en la RCA de NY, en el Rockefeller Center, un pedido que podemos entender desafiante y que quizás ocultara el deseo de corromper con dinero al diestro-pintor surdo-pensante. Así es como dos íconos de corrientes ideológicas diametralmente opuestas se cruzan en la historia. Rivera, lejos de rechazar la oferta, acepta el desafío. Vaya sorpresa la de Rockefeller Jr cuando Rivera termina el mural, este mural, HoMbReEnLaEnCRuCiJaDa. Parece que los gustos pictóricos de Mr. Rockefeller no iban demasiado de la mano de lo que Rivera pintaba, terminada la obra Rockefeller Jr le paga a Rivera y despues manda a destruirla.

Ahora centrándonos en la sensibilidad del artista y su capacidad de plasmar la lucidez de su pensamiento en la pared, pongamosnos a analizar un poco qué pintó.
El mural es un fiel reflejo de la sociedades capitalista y socialista, centrado por un hombre, que maneja la maquina, o que esta a merced de ella, en medio de esos 2 mundos, el hombre, el ser humano. Para su analisis, conviene dividir la obra en varios cuadrantes, pongamos al menos 6.

En el margen superior izquierdo, un batallón de soldados con máscaras antigás y empuñando bayonetas (utilizadas durante la Primera Guerra Mundial), aviones de guerra y al Dios griego Zeus como símbolo de poder, dando con su rayo energia a la silla eléctrica. Zeus lleva colgado al cuello un rosario, como supeditado al cristianismo. Uno de los soldados tiene un dispositivo que pareciera lanzar un gas de guerra, gas mostaza tal vez.

En el flanco izquierdo, detrás de la estatua de Zeus, policias a caballo reprimiendo una manifestación. La persona sentada en la silla eléctrica tiene un radioscopio delante. Un grupo de personas de diferentes razas (una mujer negra, un asiático, un blanco pelirrojo, una morocha) sentados ven a través de una lente como vive un pequeño grupo de aristócratas, la élite, la minoria acomodada, mujeres en un juego de cartas, mujeres fumando, una pareja bailando.

En el cuadrante inferoizquierdo, un niño desnudo ajeno a la mirada de ningún adulto, jugando entre animales, un mono, una serpiente, un perro, una tortuga. En el cuadrante centroinferoizquierdo a la derecha de la lupa, la variedad de cultivos y riqueza propios de América.

Las elipses que convergen en el hombre del centro, representan el macro y el micro-cosmos. La elipse que va del angulo superior izquierdo al inferior derecho, muestra el mundo microscópico, tiene al lado del hombre un microscopio, linfocitos, leucocitos polimorfonucleares y otras células; del lado opuesto, un corte histológico del ovario y un esbozo de trompa de Falopio.

La elipse perpendicular a la anterior, da un vistazo telescópico, un planeta, el sol, nubes, estrellas.
Ambos elipses, representan una síntesis del desarrollo tecnológico, en el desafío de ver más allá de lo que los ojos permiten a simple vista, de los límites naturalmente impuestos al ojo humano.

En el margen superior derecho, la masa, el proletariado, el pueblo, las mujeres encolumnadas en las primeras filas con pañuelos rojos a la cabeza, los hombres detrás, una multitud con banderas rojas atrás. Una estatua decapitada, cuya cabeza sirve de asiento a dos mujeres pilotos en el margen inferior derecho. Al lado de ellas, a su izquierda, trabajadores sentados sobre una tuberia y sus biandas.

En el flanco derecho, emblemas del comunismo como Marx, Engels, Trotsky, sosteniendo la bandera comunista. Del otro lado de la lente, un grupo de bailarinas clásicas y más al centro Lenin con las manos unidas a la de la gente del pueblo que lo rodea. Debajo los cultivos y minerales de la URSS.

Y volvemos al centro, la maquina, que drena hacia la tierra sus desechos, los engranajes, una mano que pretende tener el tiempo bajo control... y el hombre, sin expresión, deshumanizado y humano, demasiado humano, supeditado a la máquina y a uno u otro sistema, que cree tener el control de aquello que en realidad lo controla.